Esta figura, recogida sobre sí misma, está envuelta en un halo de pesadumbre. Quizás el aparente estado de abandono en que se encontraba guarde relación con la pose, o puede que el gesto encerrado tenga más relación con la hipótesis de su autoría. En cualquier caso, parecía que el misterio si dependía únicamente del paso del tiempo permanecería encorvado, signo interrogante.

La pintura, un óleo sobre cartón, se trata probablemente de una pintura previa o de un boceto que precede a la obra definitiva. Este «Desnudo femenino sin título», debido a la falta de referencias que justifiquen su autoría (se atribuye a Ignacio Pinazo Camarlench, artista valenciano) o su adscripción a una datación exacta, se sometió a un trabajo de investigación previo recolectando la mayor cantidad de datos posibles.
Un estudio histórico del artista reveló la posibilidad de que hubiese sido pintado después de regresar de Italia ya que en este momento, la temática en su obra cambia al retrato y su técnica se vuelve más pictórica, incorporando manchas de color que llegan casi a la abstracción. Esta pintura podría estar remitiendo a sus orígenes artísticos, combina colores pardos y negros con un luminismo exaltado, una paleta mediterránea y la silueta es resaltada mediante trazos finos en el dibujo.

También la concepción del cuerpo nos remite al siglo XIX, período en el que pasa a representarse el cuerpo de una manera más realista que los modelos previos, cuerpos clásicos e idealizados basados en la Antigüedad. Este desnudo de mujer parece concebirse como un objeto, velando la identidad de la modelo al no definir su rostro y centrándose más en la construcción de la pose.
La factura y el empleo de las manchas de color, su aspecto inacabado y la influencia de las leyes de la percepción sirven para contextualizar esta obra. La pintura en sí misma es el motivo de la representación, empleando pautas propias de la pintura realista.

Dentro del análisis morfológico-estilístico, se consideró conveniente hacer un estudio comparativo de la firma del artista atribuido. El resultado fue que, curiosamente, la rúbrica empleada por Pinazo Camarlench en otras obras presentaba algunas diferencias respecto a la firma de la pintura que nos ocupa.
Las patologías presentes esta pintura eran preocupantes y se debían tanto al propio cartón, material con múltiples impurezas e higroscópico, como a las condiciones en las que había permanecido la pintura, determinadas por la ausencia de luz y la elevada humedad y temperatura.


La fragilidad del soporte se había acentuado por el ocupamiento de una prolífica población de hongos, colonizando y trazando geografías sobre su superficie. Los signos más dramáticos de este asentamiento se encontraban en la parte posterior de la obra, apreciable a simple vista por la huella de humedad. Una plaza preferente que favorecía su desarrollo salvaje, traspasando de una hasta la otra cara del soporte.
Por si fuera poco, los bordes del cartón parecían haberse sacrificado en este ataque microbiológico, llegando a alcanzar un volumen tridimensional (con nombre y apellidos) que separaba la estructura del cartón. Constituida por las múltiples capas de papel, estas parecían pequeños balcones con vistas desde la barbarie.
Por otra parte, la humedad desproporcional se había cebado hasta disgregar el material, creando manchas donde el agua había caído y que, conjugando con el moteado propio de la oxidación y los profundos alabeamientos, desvelaba el agente principal de los deterioros.



Respecto a su efecto en sobre la película pictórica, no se quedaba atrás. Se observaban pérdidas además de disolución y craquelados. También salpicaduras y restos de pintura que se habían adherido al estar en contacto con otra pintura.


En resumidas cuentas, el panorama pintaba entretenido.
Después de haber hecho un estudio del contexto, el artista y la técnica artística empleada, se realizaron algunos análisis de carácter no destructivo que confirmaron que el desarrollo de los hongos estaba activo, entre otros datos.
A continuación, se definió la propuesta con los tratamientos que se desarrollarían en los sucesivos meses, siendo respetuosa con los criterios de conservación y restauración que determinan toda intervención.
Al estar los microorganismos activos, las condiciones se adaptaron para que se frenase su proliferación y al mismo tiempo, se redujera la humedad del soporte de manera progresiva. La ventilación, iluminación y el control de los parámetros ambientales fueron clave para ello.
Tras el estudio del alcance del ataque de los hongos, que debilitaba gravemente la integridad del soporte y ponía en peligro la conservación de la imagen, se estimó que era necesaria una desinfección profunda basada en la limpieza mecánica con aspiración y la aplicación de una solución desinfectante.
El tratamiento también incluyó la fijación algunas zonas que estaban a punto de desprenderse, la limpieza generalizada y de las manchas, la estabilización del pH, la consolidación, reintegración del soporte, reparación de desgarros, alisado y reintegración cromática.


Este desnudo pudo recuperar su estabilidad e integridad satifactoriamente. Después de haber sido liberado de aquellos habitantes que se habían asentado traspasando su superficie, aliviado las manchas que distorsionaban su imagen y recuperada la percepción de parte de su volumetría al finalizar el tratamiento de reintegración cromática.



No obstante, conviene recordar que es fundamental mantener el control de las condiciones en las que se encuentre la obra a partir de ahora, sea estando en depósito como en exposición, ubicándola preferentemente en un contenedor protector y aumentando la precaución durante su manipulación y transporte. Tratando de evitar desde la prevención que esta delicada nudista vuelva a encontrarse en peligro.

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Una respuesta a «La desnudez colonizada»